miércoles, 22 de abril de 2009

Ella

Ella,
casi toda ella chorreaba lágrimas a montones cada día
viendo al cartero seguir de largo.

Entonces, cada día
volvía sonriendo, preparaba un té, decía estar contenta,

se suicidaba frente al espejo
apuntándose con el índice derecho.

Sangraba un poco.

Después encendía la tele, diciéndome cada día
que la despertara a las ocho.
Que no me olvide.
Que tenía que arreglarse, maquillarse.
Que a las nueve y veinte, más o menos,
el cartero vendría, tocaría el timbre y le daría por fin esa carta
que por nada del mundo ella querría leer.

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